“En la prosperidad hay que invertir para pasar el invierno.” – Marcelo Bielsa
Todo proyecto constituye una inversión, ya que implica el uso de recursos disponibles con el objetivo de generar un retorno o beneficio. Por ello, cada proyecto debe ser cuidadosamente planificado y controlado para garantizar su rentabilidad y efectividad.
La inversión en proyectos
Un ejemplo de inversión es la construcción de un galpón industrial para almacenar mayor cantidad de producto terminado, permitiendo abastecer un incremento de la demanda y generar mayores ingresos.
Otro ejemplo es la capacitación de agricultores para optimizar el uso de sus tierras, aumentando la productividad y mejorando sus ingresos y calidad de vida.
La gerencia de proyectos de infraestructura, ya sean públicos o privados, suelen implicar grandes recursos, complejidad técnica y riesgo. La gerencia de estos proyectos requiere una visión clara de los riesgos asociados al capital invertido, considerando factores como la naturaleza, la eficiencia del personal, el desempeño de máquinas y materiales, y la percepción de los usuarios sobre los beneficios esperados.
Evaluación de beneficios y costos
Para aprobar un proyecto, es esencial realizar un análisis financiero y social que considere todos los beneficios y costos. Es común clasificar los proyectos como de inversión, sociales o de mejora empresarial, pero en realidad lo que importa es evaluar los ingresos y egresos, tanto monetarios como no monetarios:
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Ingresos o beneficios monetarios y no monetarios: Por ejemplo, un aumento en la satisfacción del cliente puede traducirse o no en ingresos futuros.
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Egresos o costos monetarios y no monetarios: Como los daños ambientales que pueden mitigarse o eliminarse mediante el proyecto.
Definiendo la utilidad del proyecto
La utilidad se puede definir como el “provecho o beneficio que se obtiene de una cosa”. En términos de proyectos, se calcula como la suma de los ingresos monetarios y no monetarios, menos la suma de los egresos y el costo del proyecto.
Este enfoque permite evaluar las inversiones de manera integral, combinando criterios financieros y no financieros, y se está generalizando tanto en el sector privado como en el público. Esto facilita la toma de decisiones basada en un análisis uniforme de los retornos finales, independientemente del tipo de proyecto.
Conclusión
Considerar proyectos como inversiones no solo implica cuantificar los recursos monetarios, sino también reconocer los beneficios y riesgos no financieros. Este enfoque integral ayuda a tomar decisiones más acertadas, maximizar la utilidad y garantizar que cada inversión genere valor sostenible para la organización y la comunidad.
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