“No establezcas una meta muy baja; si no aspiras a mucho, eso es lo que conseguirás.” – Jim Rohn
Siempre existen oportunidades para mejorar, pero definir cómo hacerlo, los estándares a alcanzar y la velocidad adecuada para implementarlo puede ser delicado.
Cuánto mejorar
Identificar un problema, ya sea la baja competitividad de una empresa o la desigualdad social en un país, es relativamente sencillo. Definir cuánto mejorar y hasta qué nivel es mucho más complejo.
Por ejemplo:
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No es posible aprovechar el 100% de la capacidad hídrica de una región, aunque las autoridades lo declaren.
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No se puede lograr el 100% de recuperación productiva de una industria de manera inmediata.
Entonces, ¿cómo determinar el límite esperado y establecer la “barra” a superar?
La experiencia acumulada en proyectos ejecutados alrededor del mundo ha permitido la generación de estándares nacionales e internacionales, que funcionan como referencias confiables con autoridad académica, científica y, a veces, moral.
Estos estándares son útiles para definir la magnitud de los cambios, evitando que la subjetividad o la inexperiencia local conduzcan a mejoras de escasa relevancia. Ejemplos:
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Calidad de servicio internacionalmente aceptada
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Productividad promedio en un sector económico específico
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Cobertura o calidad de servicios básicos en una localidad
A qué velocidad mejorar
Determinar el tiempo necesario para lograr transformaciones es crucial:
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Plazo demasiado corto: los cambios podrían no consolidarse ni sostenerse.
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Plazo demasiado largo: riesgo de pérdida de impulso, motivación o recursos asignados.
Los cambios deben implementarse en tiempos adecuados, logrando penetrar en la organización o comunidad, generar resultados visibles y mantener la percepción de mejora.
Una vez completado el proyecto, conviene establecer un lapso de mejora continua, permitiendo institucionalizar los cambios y generar nuevos proyectos.
Este enfoque gradual y constante asegura un progreso sostenido, evitando el declive en desarrollo y competitividad.
Ventajas competitivas
La competitividad se construye al diferenciarse de la competencia y ofrecer beneficios especiales que generen preferencia del cliente.
Lograrlo requiere:
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Cambios en la cultura y actitud de los colaboradores
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Construcción de infraestructura adecuada
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Implementación de sistemas informáticos eficientes
En muchos casos, estos cambios deben gestionarse como proyectos, no como mejoras puntuales, debido a su complejidad y la participación de múltiples áreas.
Gestionar estos cambios como proyectos implica:
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Usar herramientas de gestión adecuadas
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Alinear los proyectos con el plan estratégico
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Planificar, hacer seguimiento y evaluar resultados
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Aprender de la experiencia obtenida
Proyecto = Mejora
En la práctica, todo proyecto es un esfuerzo de mejora: cambiar de un SER (situación actual) a un DEBER SER (situación esperada).
La diferencia entre el DEBER SER y el SER constituye el problema o brecha, que debe solucionarse mediante el proyecto.
Es importante reconocer que la percepción del problema puede variar:
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Lo que un grupo considera un problema, otro puede no verlo así
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Una solución puede generar nuevos problemas si afecta intereses de terceros
Por ello, la mejora es subjetiva, dependiente de los intereses de las personas o grupos involucrados. Algunos proyectos se conciben más para consolidar posiciones que para lograr mejoras objetivas.
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